El hálito del erotismo
( foto izquierda Helmut Newton; derecha H.Cartier-Bresson ) Los recuerdos de la vida amorosa de un joven se componen de muslos, brazos, gestos, movimientos... Cuando el rostro aparece entre los demás miembros del cuerpo, termina la pubertad y empieza la edad madura del hombre. Una soledad gélida me envolvía. Era algo más que la soledad del extranjero, surgía de mi interior, de mi ser, de mis recuerdos; era la soledad sin esperanzas que caracteriza al escritor. Mis hermanos culturales avanzaban o retrocedían cada uno por su propio camino; sólo nos comunicábamos mediante señales luminosas. En esa época aún ardía en mi interior la llama resplandeciente de la alegría pura del erotismo, que me permitía entregarme al amor sin sentir remordimientos ni rechazo. La extraña sensación de tener que huir del “escenario del crimen” tras hacer el amor todavía no se había apoderado de mí. Cogía todo lo que Berlín me ofrecía con las dos manos, sin temores ni dobles intenciones... Existen ciertas