Cuento de Navidad
( fotos tomadas por el autor )
Corrían los años en que se inventó la sopa de ajo y yo era un zagalillo que miraba como un mochuelo. Hacía mucho frío y en el campo cantábamos a las niñas:
“Aunque me des veinte duros
no voy contigo al pinar
porque tienes sabañones
y me los puedes pegar”
Las nenicas, más dotadas para la lírica y para volverle loco a uno, respondían:
“…yo quiero a un labradorcico
que coja sus mulas y se vaya a arar
y a la media noche
me venga a rondar”.
Me pasé, como siempre, al bando de las chicas y terminé la coplilla como pude:
“… con la pandereta, con el almirez y con la zambomba que rezumbe bien”.
El frío no sabía que a la vuelta de la esquina aguardaba el calentamiento global. Yo tenía la piel que va desde donde terminaban las perneras cortas del pantalón corto más resquemada que hábito de fraile y más encarnada que el batallón de El Campesino.
El día viernes anterior a Nochebuena, entré en el saloncito de mi madre con las notas cuajaítas de matrículas de honor. Mi madre quien, para variar, estaba rezando a ver si mi padre volvía de su despacho sin tirarse de las barbas, me miró con su carita de Dolorosa, me dio un beso de los de antes de la guerra y empezó a ponerme polvos de talco Cálber en mi malsufrida piel, directamente heredada de ella.
Pregunté a mamá:
- ¿Hasta cuando debo llevar pantalón corto?
La madre amantísima y clementísima me dijo:
- La costumbre es llevarlos hasta la pubertad, en que te pondremos de bombachos.
Las ocasiones hay que cazarlas al vuelo, como a las perdices, y las zalamerías se usan a mayor abundamiento:
- Si es costumbre será que no es ley. Dile a padre que tengo la cara interna de los muslos como San Lorenzo después de pasar por la parrilla y que lo de la pubertad, que es circunstancia de geometría variable, puede esperar, pero yo no.
Mi madre correspondió a mis floreos con un beso que todavía llevo clavaíto en el cogollo del alma.
Sin esperar a la fiesta de los Reyes Mágicos, mi madre me llevó al sastre señor Espada en la calle Caballero de Gracia. En una nonada de días iba yo con los bombachos más contento que Chopillo.
Tiempo después me contaron que mi madre abordó ante mi padre la cuestión de mis entrepiernas, con un adorno andaluz:
“¿Qué tiene er niño, Migué?
Anda como trastornao…
Le encuentro cara de pena
y el colorsillo quebrao”.
Y colorín, colorao, este cuento se ha acabao.
Calidez y ternura en este cuento de Navidad!
ResponderEliminarMe conmovió :
"Mi madre correspondió a mis floreos con un beso que todavía llevo clavaíto en el cogollo del alma."
Qué bueno!!
Tal cual!
Hay besos que se llevan clavaítos en el cogollo del alma ... y nada ni nadie los puede quitar de allí!
Un homenaje a tus primeros bombachos!
No conocía el cantar de los sabañones.
Muy buena entrada, Manuel!
Feliz Navidad!
Abrazos!
Preciosa historia que llena el corazoncito de ternura.
ResponderEliminarQué majete eres, corazón!
Besos pre-navideños.
Jajaja amigo que cuento más tierno y real de una etapa de tu interesante vida , una historia preciosa y plena de amor maternal.
ResponderEliminarAbrazos de MA para ti con aprecio.
Que bonito Manuel, tu cuento ha dibujado una cálida sonrisa en un día frío y gris…
ResponderEliminarHa sido un placer deslizarme por esas vivencias amigo…
Muackss!!
Manuel, este cuento es una auténtica delicia. ¡El niño apuntaba estilo desde ben pequeñito!
ResponderEliminarPor cierto, las zambombas siempre me han parecido unos instrumentos inquietantes.
Relegadas a los villancicos de Navidad,
suenan a pedorreta si no las sabes manipular.
:-)
Alice se perdió, querida amiga, ¡qué amable eres! Te aguardo "...en lo alto de aquella montaña y sin zambombas pedorreteiras!
ResponderEliminarMejor espérame en la playa, que a la orilla del mar el aire se sabe libre (y sin sin aire no hay pedorretas) :-)
ResponderEliminarAlice, espérame en el cielo, corazón...(música de bolero!
ResponderEliminartienes por abrir algunas cartas/comentarios de tus admiradoras en el post anterior... jeje (perdón por permitirme este exceso de confianza). Hacía tiempo que no LE visitaba y al encontrarle por algún blog femenino tirando rosas, me he animado a venir...
ResponderEliminarSu padre pensó, el niño se nos ha enamorado? sin duda, el muchacho entró en el pubertad tiempo y momento adecuado para vestir de largo y cubrir parte de la carne, repleta de deseo... Es un gusto leerte.
Un abrazo.
Feliz año nuevo, Manuel...que muchos de tus deseos se vayan cumpliendo, es lo que te deseo.
ResponderEliminarUn beso.