Al viejo estilo III
( capítulo tercero )
El monte bajo estaba lleno de caza menor y la sala de trofeos de la Casona colmada de cuernas de venado y colmillos de jabalíes. Caza mayor nunca vi, entiendo que por exterminada. Sí me topé, mil veces, con liebres, conejos libres de mixomatosis, tejones, lirones y ginetas. La rapacidad de los zorros obligaba a cuidar muy mucho del estado de las vallas y cercas de los corrales de gallinas, pavos y patos y de las cochiqueras de los cerdos. En las cocheras para las galeras y tartanas colgaban jaulas con hurones presos de angustia, que se empleaban para cazar conejos dentro de sus madrigueras Otros jaulones guardaban presas perdices para cazar al reclamo.
Las salamanquesas de las paredes, los lagartos de las peñas y los alacranes que salían a la luz cuando los tractores preparaban los barbechos eran víctimas de mi curiosidad de aprendiz de naturalista, que demandaba escudriñar los ejemplares de bichos que iba metiendo en los tubos de cristal que quedaban vacíos de aspirinas o tabletas okal. A la noche, las salamanquesas eran verdaderas artistas comiendo los mosquitos que acudían a las escasas luces que arrojaban bombillas de 40 vatios.
En jornada de caza un cazador urbano y novato pegó un tiro involuntario a un hermoso perro perdiguero y vi llorar a su amo. Yo lloré como una Magdalena, pero nadie me lo notó, que ya me cuidé muy mucho de esconderme. Unos invitados llevaron un caniche que bebía café con leche.
Mi otro afán naturalista, nunca satisfecho, me empujaba a intentar reproducir en casa los acuarios que el mar formaba al retirarse de las rocas que separaban la pequeña ensenada de la gran playa de arenales en dunas. Me empecinaba en esperar a que la ola marchase para correr, costaladas de por medio a causa del verdín de las algas, a observar el pequeño y perfecto mundo de algas, pececitos, cangrejos y caracolillos de mar que se me ofrecía, hasta la siguiente ola, en los huecos trepanados en las peñas volcánicas.
( El dibujo de las perdices roja y moruna es de G. García-Saúco )
Mil gracias por llevarme a ese lugar.
ResponderEliminarMi beso especial, para ti.
Me encanto leer tu relato al viejo estilo III
ResponderEliminarmi querido y apreciado amigo.
Menudo zoo de animales salvajes y domésticos, pobre perro.
Eso también le ha pasado a algún cazador que ha sido cazado, perdón quiero decir que en las cacerías de monte los confunden algunas veces , con una pieza y zas desgracia al canto ,como le paso al pobre perro...
Muy bueno Manuel ,por tus relatos te voy conociendo un poco y descubriendo, tu amor a los animales y a la vida de la naturaleza , que es maravillosa, pues dice mucho de ti y de tu forma de ser ,el mar y la montaña perfecta fusión para el aprendizaje de un chico recuerdos inolvidables...de infancia y adolescencia.
Abrazos de MA con mi afecto.
los humanos vivimos en casas peceras...
ResponderEliminarPues sí, amiga Elena, en pisos donde no sabemos "cuándo es de día, ni cuándo las noches son..." ¡Gracias!
ResponderEliminarAlmu-Duna, ¡gracias mil!
ResponderEliminarQuerida MA, siempre fiel a mis recuerdos, que son tuyos también. Abrazos de fraternal cariño.
ResponderEliminarSi es que los bichos atraen la curiosidad de los bichos, jeje.
ResponderEliminarAhora en serio me lo puedo imaginar perfectamente ya que no fui niña de ascos a bichos sino de curiosidades como las suyas amigo
Le dejo besos para el fin de semana
por un momento estuve paseando en el cortijo de camiña andaluza de mi abuelo, caza menor, hurones, liebres, conejos y perdices, podencos, bretones, pero también jabalies que levantaban los cultivos y bajaban al río en los atardeceres de verano con sus camadas de rayones y escopetas engasadas por la noche a la luz de las bombillas de menos de 40W, solo me devolvió al salón de mi casa, el mar, ese que tan lejos nos queda en Jaén, gracias por la experiencia.
ResponderEliminarsalu2
Manuel, cuando puedas pasate por mi blog a recoger un detallito
ResponderEliminarsalu2
No sé que pasó con mi anterior comentario... Sigo enganchada a tu historia, Manuel. Es muy plástica!
ResponderEliminarUn beso,
Alice, querida, no encuentro comentarios pendientes de publicar ¡Eres tan amable y considerada! ¡Feliz tiempo dichoso! Te beso
ResponderEliminarHola Manuel... creo que esta es mi primera participación en tu blog... no porque no haya tenido antes ganas de hacerlo.. solo por falta de tiempo... maldito tiempo...Comprendo perfectamente ha este hombre que ha perdido a su perro... yo he perdido uno hace poco...
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