Al viejo estilo V
( capítulo quinto )
Por la noche los mayores jugaban al póquer y se llegaban a juntar 10 ó 12 grandes coches, Packard, Chrysler, Pontiac o Citroën 15 ligeros. El más pequeño era el Fiat Balilla de don Vicente, capitán retirado de la marina mercante casado con doña Herminia. No tenían hijos y eran parientes pobres de los amos de la dehesa. El Balilla era de dos plazas bajo la capota, más otros dos asientos que se descubrían en la parte posterior, donde hoy los coches llevan el maletero. Me gustaba ir atrás, cara al viento, tragando el polvo de los caminos sin asfaltar y mirando los taludes de tierras amarillas como el asperón.
A las interminables partidas de póquer se apuntaban algunos aviadores de la Academia General de San Javier, además de Ernesto, que era el administrador de la finca y el matrimonio Maura, Juan y Menchu. Él era gerente de la Unión Salinera Española y mi padre llamaba a Menchu Maura “la leona de Castilla”.
El mundo de los adultos me parecía perfecto. ¿Qué más se podía pedir a la vida que levantarse tarde, comer con gusto y sabiduría levantina, hacer sobremesa jugando al dominó, dormir larga siesta, cenar con amigos alegres y charlatanes, y luego jugar al póquer hasta la madrugada? Y ello por no hablar de los habanos, o del whisky legítimo, en un país en el que no había de nada o era ilegítimo.
..Hola Manuel amigo!! qué difícil me resulta llegar..cómo no he tenido la oportunidad los capitulos que anteceden a éste pues te dejo mi cariño...
ResponderEliminarya llegaran epocas donde disponga de más tiempo!
mi cariño...
Bárbara
Y las sacrificadas esposas jugaban a la canasta o charlaban de "cosas de mujeres" en el casino de oficiales, donde los Sábados había bingo y verbena, mientras los enanos éramos vigilados de soslayo en la piscina...
ResponderEliminarOtras veces, en la mañana nos reuníamos alrededor del arroz caldero que los pescadores nos compartían en la isla Perdiguera.
Recuerdos de niñez...
Besos salados como el Mar Menor.
A veces, en verano, todavía noto algunos detalles que me hacen soñar que aquellos tiempos no están del todo extinguidos: la siesta, los grillos en el silencio de la noche, las partidas de cartas con cubatas hasta la madrugada...Ahora, a los adultos los interpretaos nosotros, pero no somos tan privilegiados, al menos yo, como los que observábamos con nuestros ojos de niños...
ResponderEliminarUn beso, Manuel.
El mundo adulto visto a través de los ojos de un niño siempre es dulce, interesante y apetitoso, lo malo es que cuando crecemos ya no es tan cautivador y su sabor nunca llega a se similar a aquel que paladeábamos
ResponderEliminarMis besos con sabor a siesta.
Maria tiene razón las esposas jugaban canasta y era muy entretenida. Hoy todo el mundo anda cansado y no se da tiempo de compartir.
ResponderEliminarSALUDOS
A mi lo que me gusto fue ir detras en el coche tragando el polvo. :) Eso fue lindo. Pero el coche tambien. Ah y el jugar a domino, yo no se, pongo fichas y listo. jajajaja.
ResponderEliminarBesotes,
Yo
Tienes razón, esto es vida, aunque en los capítulos anteriores has descrito lo que haciais los niños, y también era genial.
ResponderEliminarLo relatas con añoranza...
Te beso
En esta entrada, relatas el verano de los adultos visto por los ojos de un crio, pero yo añoo seguir leyendo que hacíais los crios en esas noches de cartas y alcohol de los adultos, ¿también jugábais hasta la madrugada?¿atrapábais grillos?
ResponderEliminarsalu2 desde la añoranza