Delicatessen
(foto del autor) Ayer fui preterido a causa de un hombre más joven, más alto y más rubio que yo. Todo ocurrió en el ritual del aperitivo vespertino, que el día de ayer celebré en la barra del bar que hay instalado en el espacio “Delicatessen” de los grandes almacenes de siempre y que no voy a citar aquí y ahora porque estoy enfadado con ellos. Abrevio el cuento ya que, cuanto antes termine, mejor para ustedes. Me acomodo en la barra y constato que no hay ningún cliente en todo su perímetro. La señorita que atiende el bar advierte mi presencia y alarga el paso hacia mí. Mas, héteme aquí que, cuando voy a pedir una copita de vino blanco con unas piezas de sushi, aparece por el extremo opuesto un chaval más alto, más joven y más rubio que yo, con cara de soplagaitas, eso sí. La señorita olfatea la llegada de mi oponente, se da la vuelta y se pone a atenderle a él, a ese intruso recién llegado. Me aguanto las ganas de reprender a la camarera y al tío ese, que era más largo que