Momentos perfectos de una vida
(Marie-Christine. Foto tomada por mí en nuestra aurora feliz) Lo suyo conmigo y lo mío con ella, lo nuestro, fueron dos años de “amour fou”, que me curtieron cuerpo y alma. No soy capaz de desvelar aquí el modo o la manera ni el por qué se extinguió aquel volcán. Lo tengo escrito en un relato que guardo bajo siete llaves en el alma, dentro de mi almario. Mujer‑pasión, Marie-Christine era más vulnerable de lo que ella y yo creíamos. Su sensualidad mediterránea estaba a medio camino entre Argelia y Alicante, con parada y fonda en las Antillas francesas. Venía de reponerse de otra historia de amor que no me contó, con buen criterio. Lo supe mucho después, por boca de otra persona que no me quería bien, o peor aún, que era simplemente una cotilla malintencionada. Y tuve celos retroactivos. Jugamos a ser eso que hoy se llama pareja estable y fuimos enormemente felices y desgraciados, todo en junto. Marie-Christine no consiguió terminar de desarraigarme con mi parte frívola y mala