(foto del autor) Cuando el delirio de la noche urbana abriré mi balcón hacia lo azul zafíreo del firmamento, y se colarán adentro tus sueños ¡oh ciudad inútil! revueltos con mi desvelo. ¡No encenderé esa luz esta noche! ¡No y no! A duerme y vela, un quieto silencio sorprende mi anhelo: ni sones de campanas ni de relojes de ciudad que reboten en las tejas ¡No hay olas de ruidos callejeros! Azoteas, cristaleras, nubes que navegan sobre la idea urbana. Al pronto, el cielo se viene abajo. La lluvia diluvia contra miradores, pináculos y lucernas. Retumba el trueno, fulgura la culebrina del relámpago partiendo las nubes cárdenas. El torreón vierte aguas que ciegan el aliviadero de la ática terraza: ¡la naturaleza, excitada, se estrella contra el humano designio que fabrica altas y materiales torres que arañan la línea de un cielo codicioso y ciudadano! Calma. Flota una luna fresca. Pienso en ella. No