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Mostrando entradas de julio, 2012

Largo y libre verano (segunda entrega)

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(autor con hermana) Tan aislados estábamos, que cada semana pasaba por las casas una galera grande llena de telas, puntillas de encaje, jabones y productos de olor. No existían las cremas de protección solar. La lata de Nivea ayudaba a freírnos al sol, quemaduras que se aliviaban por la noche con paños mojados en vinagre. El comerciante que llevaba el carruaje tirado por mulas era conocido como “El Corsario”. Hecho el negocio, con sus manos de corsario nos regalaba caramelos caseros. Conocíamos el valor de las cosas y aceptábamos la lógica de heredar camisas o abrigos de los hermanos mayores. Para sacar o meter pinzas o dobladillos, poner o quitar hombreras, o dar la vuelta a chaquetas o saharianas estaban las modistas que iban a coser a las casas en las máquinas Singer de pedales. Guadalupe se llamaba la nuestra de Madrid, que tenía una asombrosa permanente en el pelo y un novio torero o casi. Los labradores hacían un baile, con laúdes y bandurrias, una o do

Largo y libre verano

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Aquellos interminables, calurosos y asilvestrados veranos imprimían carácter. La luz del Levante mediterráneo y la privilegiada naturaleza de una finca de monte bajo y de labor, sin más contacto con el mundo exterior que los viejos aparatos de radio que sólo captaban, y eso por la noche, emisoras árabes del otro lado del mar y, nunca supe por qué, Radio Andorra. Una voz aguda de chica cantaba ¡aquí Radio Andorra, emisora del Principado de Andorra! Vivíamos sumergidos nos sumergían en una especie de rústica felicidad que adormecía los espíritus pero mantenía bien abiertos nuestros sentidos. En mi colegio apenas sí mandaban tareas para el verano, salvo la de rellenar un cuaderno de vacaciones. El ritmo de cada jornada nuestra era muy parecido al propio de los labriegos y jornaleros, cuyas familias vivían en casas diseminadas por la Dehesa de Campoamor. Las faenas del campo pautaban mi día a día. Cuando empezaba el veraneo era ya la época de trillar con mulas en las

¿Clásico o romántico?

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Soy persona ordenada por fuera y desordenada por dentro. Me explico: tengo un exterior clásico y un interior romántico. Carrocería burguesa con motor ácrata, ¿me siguen?... Cada día, necesito encerrarme un ratito a solas conmigo mismo para olisquear en mi desorden interno, no sea que se haya colado el virus del orden lógico en mi rayado disco duro. ¡Tranquilo en apariencia, inquieto en esencia!

¡El alba aparece!

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¡El alba aparece! En el fondo del aire el alba aparece y los trasquilones del sueño se desvanecen. La alba esclarece. (fotos de la amanecida desde mi balcón)