La más oriental de las mágicas noches
(Ravenna, Basílica de S. Apolinario)
Siempre conseguí que SSMM Los Reyes del Oriente me trajeran todo lo que pedía. A ello
contribuía no sólo la moderación de mis encargos sino también el método por mí
empleado.
La moderación consistía en ir comprobando en el Bazar Horta, en Pabú o en Deportes Cóndor cuánto sumaba lo que yo quería tener y nunca pasar de la cifra que mi orden natural consideraba tope máximo a lograr cada Navidad. En este sentido, debo confesar y confieso que nunca me gustó la canción “Todos queremos más” que cantaba Alberto Castillo. Revela avaricia y afán de acumular riquezas. Prefiero no tener sobre qué Dios me llueva antes que ser pájaro gordo de muchas campanillas.
Nunca quise ir a Galerías Preciados a entregar mi carta a los emisarios de los Reyes. Bien muchachito, ya sabía yo diferenciar entre lo que son promociones comerciales de los mercaderes y tenderos y la magnanimidad y longanimidad de los auténticos reyes de Oriente, que hacen magia y premian a los niños buenos, salvan a los marinos atrapados por tormentas y dotan con bolsas de doblones de oro a las doncellas pobres para que puedan matrimoniar con hidalgos que no tienen con qué hacer cantar a un ciego.
La moderación consistía en ir comprobando en el Bazar Horta, en Pabú o en Deportes Cóndor cuánto sumaba lo que yo quería tener y nunca pasar de la cifra que mi orden natural consideraba tope máximo a lograr cada Navidad. En este sentido, debo confesar y confieso que nunca me gustó la canción “Todos queremos más” que cantaba Alberto Castillo. Revela avaricia y afán de acumular riquezas. Prefiero no tener sobre qué Dios me llueva antes que ser pájaro gordo de muchas campanillas.
Nunca quise ir a Galerías Preciados a entregar mi carta a los emisarios de los Reyes. Bien muchachito, ya sabía yo diferenciar entre lo que son promociones comerciales de los mercaderes y tenderos y la magnanimidad y longanimidad de los auténticos reyes de Oriente, que hacen magia y premian a los niños buenos, salvan a los marinos atrapados por tormentas y dotan con bolsas de doblones de oro a las doncellas pobres para que puedan matrimoniar con hidalgos que no tienen con qué hacer cantar a un ciego.
La manera de hacer llegar a los Reyes Magos mis propuestas también
ayudaba a que estos bienhechores colmaran mis esperanzas. En vez de escribir
una carta larga y farragosa y dejársela a un empleado de Pepín Fernández, que
era el dueño de los grandes almacenes, yo apuntaba a punta de regaliz las dos o
tres cosas objeto de mi limpio deseo sobre la superficie helada de un flan
chino El Mandarín. Cerraba los ojos y me lo zampaba de un sorbo y sin respirar.
Nunca me falló. ¡Mano de santo!
El día de Reyes un cielo azul inmenso y vacío amanecía sobre el estanque del Retiro, cubierto como estaba con una colcha de hielo de un palmo de alto. Por bajo nadaban poblados cardúmenes de bellos peces de eufónicos apellidos. Calicos, burbujas, carpas, cometas, telescópicos y otros cuyo nombre no recuerdo y que no pienso mirar en Wikipedia, porque no tengo ganas ahora y porque nunca me aclaro si quien suministra la información es un sabio o un zoquete.
Comoquiera que yo tenía la certidumbre de que todos mis deseos estaban materializados en el sillón de tela damasquina marcado por mi par de zapatos, mi curiosidad se dirigía a comprobar qué clase de dulces habían comido Sus Majestades. Y si habían bebido de la botella de Cointreau, o de la de Marie Brizard o de la de licor Calisay, o quizás de la de Benedictine, pues sabido es que en el fondo de cada copa de licor hay un secreto.
El día de Reyes un cielo azul inmenso y vacío amanecía sobre el estanque del Retiro, cubierto como estaba con una colcha de hielo de un palmo de alto. Por bajo nadaban poblados cardúmenes de bellos peces de eufónicos apellidos. Calicos, burbujas, carpas, cometas, telescópicos y otros cuyo nombre no recuerdo y que no pienso mirar en Wikipedia, porque no tengo ganas ahora y porque nunca me aclaro si quien suministra la información es un sabio o un zoquete.
Comoquiera que yo tenía la certidumbre de que todos mis deseos estaban materializados en el sillón de tela damasquina marcado por mi par de zapatos, mi curiosidad se dirigía a comprobar qué clase de dulces habían comido Sus Majestades. Y si habían bebido de la botella de Cointreau, o de la de Marie Brizard o de la de licor Calisay, o quizás de la de Benedictine, pues sabido es que en el fondo de cada copa de licor hay un secreto.
(Códice de Roda)
Un camello, creo que en la Navidad siguiente, tuvo la gentileza de
dejarnos una hermosa boñiga de rumiante en la alfombra del salón, que era de la
Real Fábrica. Yo había visto en el campo bostas de otros rumiantes, como vacas
y mulas, y certifico que las de los camellos orientales son diferentes, por
mejores, ya que sólo comen vegetales bio-dietéticos y granos especiados y
perfumados.
Mosca me tenía el dato de que la paja destinada
a los rumiantes desaparecía siempre. Mi olfato me decía que los camélidos
orientales, acostumbrados a cruzar por los desiertos arábigos y del Negev y a
nutrirse de exquisitas raíces y frutos secos, de cereales salvajes y henos
perfumados por los céfiros que soplaban los profetas del Antiguo Testamento, no
iban a rebajarse a comer humilde paja castellana. ¡Hasta ahí podían llegar las
cosas!El día 7 de enero volvíamos a la jaula colegial y yo a mis proyectos de hacer de mi habitación un acuario gigante, o un huerto cercano a mi espíritu. También tramaba dedicarme en lo porvenir a la cría del mochuelo boreal.
¿Vos me querés decir que aprovechabas el momento de confusión general en la tienda para comerte un flancito? jaaaa ¡Qué ternurita!
ResponderEliminarBusqué en el DRAE regaliz. Por aquí no hay.
Nada se compara con esa ilusión de niño la mañana de Reyes.
Me encantó! Yo voy a esperar a SSMM con unas cervezas bien frías.
¡Saludos van, Manuel!
¡Chico listo! o espabile consecuente de compartir infancia con tantos hermanos.
ResponderEliminarLo mio mejor silenciarlo, la soledad no ayudaba, creo que lo descubrí demasiado temprano, muy orgullosa de "haber pillado a los mayores". Vanidad de vanidades
Bsss.
Me olvidaba, desde mi soledad elegida o quien sabe si diseñada desde el utero materno, te deseo felices días.
ResponderEliminarEs encantadora la mirada limpia de un sieteañero que sueña con los Reyes Magos. Esa noche hay metros de ilusión, por desgracia, no todas las ventanas tendrán el caos gozoso de muchas cajas y lazos.
ResponderEliminarUn relato reeditado que me sigue gustando como la primera vez.
Besos Manuel.
No se si los camellos comerán la paja o la enviarán a una ONG camellil, lo cierto es los SSMM tienen agarrar una cogorza con tanta ingesta de licor por las casas, que no me extraña que cuando llegaban a la mía jamas me traían lo que yo deseaba.
ResponderEliminarUn abrazo Manuel ¡FELIZ 2013!
Qué divertido eres, Manuel.
ResponderEliminarY qué listo...
Un beso oriental con danza del vientre ( o dos).
En la más oriental de las noches mágicas, felices navidades,feliz vida Manuel!!
ResponderEliminarUn año más compartiendo recuerdos, ilusiones y amistad a través de los blog y muro de Facebook.
Besos de paz y mucha salud.
MA.
El blog de MA.