La primavera alargó nuestras ilusiones (tercera parte)
(la anémona de Ada) ( capítulo noveno ) Vuelvo a Ada. “De alguna manera tendré que olvidarte...” me dice Aute. No. Jamás te olvidaré. Cuando me volví loco por ti, tú me elegiste como amigo, como el mejor de ellos. Mas ¡ay! que yo te quería para “amor constante, más allá de la muerte”. La poesía que ahora me importa, a luna llena de septiembre, a ti se refiere también: “... calado de ti hasta el tuétano de la luz... En mi alma nacía el día. Brillando estaba de ti; tu alma en mí estaba... Sentí dentro, en mi boca... el sabor de la aurora...” ¿Es que Aleixandre te conoció? ¿Por qué, si no, se apropia de mis temblores, de mi “élan vital” hacia ti? Hubo de amarte, porque no ha existido otra persona digna de tales versos. Comoquiera que este relato está condenado al cuarto oscuro, de un lado y, de otro, que no es tiempo de faroles porque el futuro es muy oscuro, despacharé mis amoríos de la dorada época universitaria en tres renglones. No incluyo los más fu