(el autor de este enredo, enredando en Atenas entre monedas y sellos) Llega a mis manos la carta que un amigo de mi amiga envía a una amiga suya, correo que, con permiso de todos los presuntos implicados, transcribo tal cual, sobre todo porque está redactada por mí: ““Entre amigos no hay ofensas que agravien largo tiempo. No pasa nada, salvo las huellas de arañazos que, irremediablemente, quedan un tiempo sobre la piel del corazoncito de cada uno. En los últimos años, he escuchado, en varias ocasiones, la teoría de la superior velocidad de sus circuitos cerebrales y conexiones neuronales en boca de mujeres fuertes y presuntamente independientes y autosuficientes. Sin ir más lejos, una de mis hermanas la esgrimió, hace pocos días, ante su maridito lindo. Del otro lado del género humano, mi mismísimo padre, persona de trato difícil y en ocasiones desagradable, solía decir: "Cuando fulanito va, yo he ido y he vuelto tres veces". En lo que a mí concierne, e