EL CASO DEL TAXISTA HIPERACTIVO
(fotos tomadas por el propio autor) Agarro un taxi a la vera de la clínica de Onoda, mi maestro japonés de shiatsu, de vuelta a mi encierro en el barrio. El hombre que conduce empieza a hacer cosas raras. Se salta un semáforo y se cambia de carril a cada poquito. Sin poner el intermitente. Ensayo el truco de darle conversación para ver si el hombre se tranquiliza. - ¿Lleva usted mucho tiempo en esto del taxi? Me mira por el retrovisor atravesando el plástico ese de seguridad, que te deja sin aire acondicionado en verano y que no evita ni de atraco perpetrado por un niño de teta. Me cuenta que no, que lleva poco tiempo en el oficio. - Verá usted. En realidad yo soy informático, pero, como también soy hiperactivo, cada dos años tengo que cambiar de trabajo porque me pongo muy nervioso. Comento en voz baja que ha ido a elegir un trabajo que ataca los nervios. Me pica la curiosidad e indago si se autocalifica con conocimiento de causa. - ¿Dice usted que es hiperact