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Mostrando entradas de septiembre, 2015

Mis orígenes familiares

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(Mis abuelos maternos, Emilia Ballesteros y Enrique Rojas) Hace pocos días he recibido la agradable sorpresa de un correo que me remite Don Emilio Morales, Archivero Municipal de Maracena (Granada). Reproduzco a continuación el texto íntegro del citado correo, en donde el culto archivero cuenta con rigor y brevedad los orígenes históricos y remotos de los apellidos que me honro en portar:  "Estimado amigo He encontrado esta mañana, de pura casualidad, su sensacional relato sobre la Casería de Los Cipreses. Me ha resultado encantadora y quisiera felicitarle. Me presento. Mi nombre es Emilio Morales Barbero y soy el Archivero Municipal de Maracena. Como usted, llevo el apellido Rojas en el árbol genealógico, aunque yo en el D.N.I. ya no lo porto, así como el Cañavate o el Girón o el Enamorado. Su tía Rafaela Martínez-Cañavate, estando en vida, poseía una casa patio en la maracenera Calle Nueva que, paradójicamente, es de las más antiguas. En esa casa vivía

Granada: Casería de Los Cipreses

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Hondo agradecimiento a Milagros Soler  por su esmerada y pulcra edición de mi relato  Capítulo 1º· Martes, 31 de mayo de 2011 En la vega de Granada las fincas de regadío son conocidas como “caserías”. Mis abuelos maternos construyeron en la de su propiedad una casa cortijo al estilo andaluz. El predio se llamó, con lógica y armonía, “Los Cipreses”, pues a esa especie pertenecían los preciosos ejemplares que escoltaban el largo carril de entrada. La casa se inauguró un día doce de septiembre para acoger los festejos de la boda de mis padres, ya que a tal fin fue expresamente inaugurada. Mi madre me recordaba que ese día se conmemoraba el “dulce nombre de María”. Y yo rememoro ahora a mi madre, la persona más dulce que ha existido. Era toda generosidad, bondad y ternura. Vivió para los demás, nunca para sí. Pocos días antes de morir entré en su habitación. Muy débil ya, me dijo: “déjame mirarte a los ojos. Quiero saber cómo estás”. De su sufrimiento, ni una palabra.  

La enfermedad del amor

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(fotografía Man Ray / Lee Miller) El amor es una patología desesperada pero no grave, por ser normalmente de breve curso. Es enfermedad con larga tradición literaria y buena prensa, muy en boga desde la eclosión del Romanticismo en el siglo XIX. Se contrae a través de los cinco sentidos y no tiene, al igual que el catarro común, tratamiento específico sino sintomático: mucha cama, alimentación estimulante y abundante  agua y jabón. No existe vacunación eficaz puesto que en su estructura molecular se pueden observar elementos víricos de pasión y sexo juntamente con otros bacterianos que atacan al cerebro y estimulan el egocentrismo-patrimonial. Los grupos de población más expuestos a la infección amorosa son los adolescentes, los cuarentañeros y los ancianos solitarios opulentos y acaudalados. Los brotes más violentos de esta pandemia suelen observarse en primavera y en otoño, al regreso del período vacacional compartido con la habitual pareja. Salvo   en casos extremo